Si bastara mi boca para decirte cuanto
te amo Altísimo Señor,
si bastaran mis días para repetirte
cuanto te alabo mi Dios,
no habría un momento en que callarme
pudiese
no habría un momento en que ante ti de
rodillas no estuviese.
Tus brazos abiertos contemplo
tu rostro de dolor y de muerte,
tus heridas que recuerdan el calvario
tu cuerpo desnudo que evoca mi pecado.
No comprendo ...¿cómo? amado mío
pudiera
remediar tanto dolor,
fuiste hombre que murió y sin juzgar, me perdono.
Cómo quedarme solamente azorado,
cuando
tú hasta expirar te has dado.
Yo quiero ofrecer Dios mío, mis obras y
vida entera
eres más que dolor vicario, la vida misma y
plena,
misericordia, providencia y goce, en ti
puedo encontrar
pues eres la fuente viva, pureza y verdad.
Dios mío que mi vida entera sirva
para al hermano ayudar, para tenderle la
mano
y hablarle de quien eres tú en verdad,
que no confunda el camino,
con miserias de humanidad,
disfrazadas buenas veces de buena voluntad.
Permite glorioso Padre recordar en
mi sentir
que
Jesucristo ha muerto para enseñarme a vivir,
que el recuerdo de su cuerpo lacerado permanezca
en mi
para entregarme a cada momento sin
evadir ni quebranto
por
quien sufriera ardor, dolor y llanto.
Padre mío te entrego mi gratitud y obra diaria
por mi alma que no es perfecta,
pero
que ha entendido con certeza, que cada oración elevada,
cada misa escuchada, cada comunión recibida,
cada adoración entregada, ha sido por ti
¡Mi Cristo!...
por quien yo vivo! en un eterno Gracias, a tu sangre derramada.
Amen.
Rocío Río.
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