La adolescencia es una etapa maravillosa de la vida, es época de cambios.
Cambio de voz, cambios físicos, cambios de actitudes, cambio en el atuendo, nuevos intereses, crisis de identidad.
Pero ¿qué adulto no paso por esta etapa? ¿acaso lo hemos olvidado?
Para mi la adolescencia es un momento pasajero que debemos disfrutar acompañando a nuestros hijos.
Aprender a escucharlos con los oídos, con los ojos y con el corazón. Aprovechar sin enfadarlos cada momento oportuno para platicar con ellos, admirarnos de su creatividad y enseñarles a reflexionar haciéndoles preguntas y tú... ¿qué piensas de eso? ¿qué hubieras hecho en su lugar? ¿qué consecuencias crees que tendrá esa decisión?
Yo imagino cuando pienso en la adolescencia a una mariposa que tuvo que pasar por una metamorfosis para poder volar libre mostrando sus alas llenas de color.
Siendo ella una oruga paso por un momento de transformación no muy agradable pero al final valió la pena.
En esta etapa podemos formar muchos valores y virtudes en nuestros hijos, el pudor, enseñarles que el vestido no sólo tapa el cuerpo, sino que viste a la persona; muestra como queremos darnos a conocer, que representa el respeto que pedimos y que damos.
La sinceridad, no les mientas, la confianza se gana, no se impone. Y el ejemplo que les des a tus hijos será al final lo que más eduque y forme su carácter.
La adolescencia es la edad en la que se despiertan los grandes ideales y estos deben ser fomentados.
Desde la infancia se han de marcar límites que sirvan de rieles para deslizarse en un camino seguro, límites firmes que se deben seguir con perseverancia marcándolos siempre con amor y por el bien de los hijos.
Por último no puedo dejar de repetir que el ejemplo es lo más importante para educar a los hijos, hemos oído varias veces que el ejemplo arrastra, las palabras de las lleva el viento.
Se educa con el testimonio de vida, con la humildad al reconocer los errores y pedir una disculpa al tiempo de enmendarlos. Con la lucha de día a día levantándonos después de cada caía poniendo la confianza en las manos de Dios Nuestro Señor.
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