Como un invierno frio que deja yerto
el corazón, llegan a mi imágenes de la indiferencia de lo egoísta y
ensimismados que estamos tus hijos Señor, que largos los días cuando como
látigos nuevamente sobre tu espalda
llegan esas miradas de indiferencia, ese ignorar al sediento, sordo al
que clama, ciego al que una lágrima de su rostro derrama …. cuanta tristeza y
dolor deben de haber en tu corazón…Perdón……. que miserables nos hemos hecho al ignorar
que tu sangre no solo por unos se dio ,
que pena que nuestros ojos vean diferencias entre el color
pues todos somos reflejo y dignos de Dios, Tú mi Rey tan majestuoso….que viviste entre los que son perseguidos e ignorados recuérdales
Señor, ¡Ayúdales mi Dios! Que contradicción hablar de amor y hacer héroes
donde se oprime el corazón, como contemplar el rostro de un niño que descalzo
camino hacia una moneda que alguien más le dio!
¡Que contradicción hablar de amor cuando ignoro al que de hambre murió o
jamás un techo encontró! ¿Qué nos falto activar en nuestro interior?
Tú que mas allá de todo transformas la
vida que te entregaste y nada para ti dejaste, ¿acaso la sensibilidad del hombre anulaste? que sucede en nosotros que seguimos con
esclavos ocultos que llevan uniformes y manos ásperas, arrugas profundas de
tristeza y desolación; Padre mío que nunca mi ser se acostumbre a un rostro
oprimido , que nunca mi ser se acostumbre a mirar al enfermo y desprotegido,
que mi razón y mi corazón entren en sintonía para entender que la bendición no
es dominar o poseer todo si no como lo
compartimos, dame claridad para entender tu palabra Señor, derrama en mi ser tu Espíritu
Santo , ese que transforma las vidas, que rompe cadenas que pide y reparte, ese
que quiere de ti llenarles y hasta doler entregarse.
Tú nuestro Rey
y Padre que recordemos tu cruz
cuando de amar al hermano hablemos o al preso visitemos porque a ese también le
llamaste hijo! Que dureza en nuestros corazones que para amar necesitamos haber recibido como si fuéramos dignos de algo más que
compasión, Oh mi Dios borra la codicia, la envidia y el deseo de poder, que no
conozca jamás la gloria si a otro he de
humillar, que no conozca jamás de riquezas si a otro he de despojar, que jamás
en mi mesa se tire lo que alguien más necesite! Padre mío majestad
inigualable reinvéntame y como hombre
nuevo reprograma mi razón, Te necesito!
transforma Señor mi código de amor y vuélveme
a tu presencia donde Jesús me hablo y enseño ,ese mismo instante donde tu hijo expiro y a su madre me entrego!.
Ven Madre mía ven María y enséñame hoy, que la gloria de tu hijo solo si humilde soy
llegará un día a mi alma para que viva yo, sin Ti Señor no vivo, sin ti… nada soy.
Amén.
Rocío Río
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