domingo, 1 de febrero de 2015

PADRES...


Hay personas que en cierto momento de su vida, le entra el deseo de conocer a su padre o a su madre que están vivos en algún lugar del mundo, pero nunca los han visto. Invierten todo lo que tienen, tiempo, dinero, investigan en  redes sociales, contratan personas que les puedan dar pistas de cómo llegar a ellos. Desean por lo menos verlos una vez, el humano tiene la necesidad y derecho de saber su origen. Y no descansarán hasta encontrarlo como dice el libro de Oseas 11.
Vivimos en una sociedad que ha sido definida como una "La sociedad sin padres".
Esa perdida de la estima de un padre resulta también evidente en la legislación sobre el aborto. Solo la madre tiene derecho a decidir, con el resultado de que un hombre pueda verse privado de uno de los derechos más fundamentales de la persona humana -el de ser padre-, aunque estén legítimamente casado y haya concebido una vida sin violentar a nadie.
Existen hombres que se alegran por esta situación, pero hay quienes sufren enormemente toda su vida.
Si el padre es la raíz del ser, sin él no podemos por menos sentirnos desarraigados.
Influye mucho la figura del padre en la tierra en relación con nuestro Padre Celestial. El que hoy por hoy es el Padre desconocido.
Unos se sienten llevados por la propia experiencia a rechazar la figura de Dios Padre, o al menos a sentir miedo en vez de confianza ante Él; mientras que otros sacan de la el impulso para echarse en sus brazos con una confianza aún más total. Y pueden llegar a entablar una relación bellísima con Dios Padre, tanto si han vivido si han vivido una experiencia maravillosa con su padre en la tierra, como Santa Teresa del Niño Jesús, o negativa como San Francisco de Asís quién se despoja de todas sus ropas y se las devuelve a su padre que lo ha citado a juicio ante el obispo, mientras exclama "Hasta ahora te he llamado padre en la tierra; de ahora en adelante podré decir con toda convicción: Padre Nuestro, que estás en el cielo, porque en Él he puesto todo mi tesoro.
Nadie queda excluido de esta aventura de salir en busca del rostro y del corazón del Padre del cielo; nadie queda excluido del bien supremo de la vida, que, según Jesús, consiste en conocer al Padre.
En nuestras manos está el inculcar en el corazón de nuestros hijos el amor al padre en la tierra, el hombre no solo provee. ¿Cuántas veces nosotras, mujeres hemos utilizado la frase "verás cuando llegue tu padre te voy a acusar"? ¿Cómo nosotras infundimos el amor de nuestros hijos a su padre que en un acto de amor les dio la vida? ¿Tiene el padre un lugar de amor en nuestro hogar?
Eduquemos en nuestras casas  con testimonio verdadero, el padre tiene un corazón que necesita ser amado y respetado,  no agredido y anulado.
Pidamos a la Santísima Virgen nos ayude a vivir ese amor que ella tenía por Dios Padre y que transmitió a Jesús quién amaba y respetaba también a José su padre.

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