domingo, 28 de junio de 2015

EL PAPEL DE LOS LAICOS EN LA VIDA DE LA IGLESIA


Los laicos, pues, deben ser los principales protagonistas de la evangelización; ellos deben llegar a donde no llega el sacerdote o la religiosa


Por: Mons. José Trinidad González Rodríguez | Fuente: Semanario Arquidiocesano de Guadalajara 



Un saludo cordial a todos los sacerdotes y fieles laicos de la Arquidiócesis de Guadalajara. En esta ocasión, la invitación es a reflexionar sobre la importancia del ministerio de los laicos en la vida de la Iglesia.

El término “laico”

La palabra «laico», es un derivado del término latino “laos” que significa “pueblo”; fue acuñado muy temprano por el cristianismo y nunca, en ninguna cultura, menos en el cristianismo, significó que alguien no tuviera ninguna religión como se ha pretendido interpretar este en nuestro país, por la influencia liberal y del iluminismo francés con su connotación anticristiana. Esta interpretación desde luego está equivocada y está en contra de las tres grandes religiones monoteístas del mundo; por lo tanto, dar la interpretación de laico como una realidad arreligiosa, en el fondo expresa una ignorancia.

Los laicos y el clero

Cuando la Iglesia Católica pasó a ser la religión oficial del Imperio Romano, en el año 313, se especificó un poco más el término laico. En esta coyuntura histórica estaba muy definida la diferencia entre los miembros de la Iglesia cuyo primer nivel era el “laos”, el pueblo, que en su mayoría eran personas que no habían tenido acceso a la educación y que no dominaban el latín, pero que participaban activamente en la vida de la Iglesia sin ser sacerdotes, obispos o monjes. No se debe entender con esto que el término fuera despectivo.

Otro grupo o segundo nivel lo formaban los clérigos. “Cleros” es una palabra latina que se traduce como separados, en referencia a aquellos o aquellas que se separaban del pueblo y adquirían un compromiso como diáconos, presbíteros, monjes o monjas. Así fue que se formaron dos estilos de vida: los clérigos (los cleros, separados) que se distinguían con el uso de un “hábito”, y los laicos (que pertenecían al pueblo).

Entre los clérigos ha existido una especificación importante. Hay un clero secular y un clero regular. El clero secular, para derribar la idea de que la Iglesia desprecia al mundo, es el que está inmerso en las realidades terrenas; la palabra secular viene del latín “saeculum” que se traduce como “siglo”, entonces el clero secular es el que va con el siglo, que no está bajo un reglamento, sino bajo la disposición del Obispo y que vive en el mundo; tiene su casa y su vida al lado del pueblo y también es llamado clero diocesano, por pertenecer a una diócesis.

El clero regular, en cambio, lo integran aquellos que viven total o parcialmente en un convento. La palabra ‘regular’ tiene su raíz en el latín “regula” traducido como regla. Sus miembros viven bajo un estilo, un regla de vida muy específica.

Todo esto hay que especificarlo para que se entienda muy bien el término laico(a). A mí me gusta mucho el término que se acuñó como fruto del Sínodo dedicado a los laicos en Roma y que es el título de una reflexión Post-conciliar «Christifideles laici», que se traduce como «fieles cristianos laicos. También es propio llamar al laico «seglar», que son los que no llevan hábito, no están en un convento.

El resurgimiento de los laicos en la vida de la Iglesia

Uno de los aspectos negativos en el caminar de dos mil años en la vida de la Iglesia ha sido, en algunos momentos y en algunos lugares, creer y asumir que la inmensa tarea pastoral depende únicamente del clérigo. Esto es un grave error que tiene su recurrencia. En el principio de la vida de la Iglesia el papel de los laicos fue muy importante, tanto de los hombres como de las mujeres. El primer impulso evangelizador de la Iglesia se realizó a través de laicos.

Posteriormente, poco a poco por la idea de que la perfección cristiana obliga a retirarse del siglo y concentrarse más en la vida interior y cambiar el modo de vestir y de actuar, se fue haciendo la idea de que lo importante era el estado clerical, y por lo tanto se requería vestir un hábito y pertenecer a una orden, lo que contradecía los inicios de la tradición cristiana donde la orden de las viudas, de las vírgenes, entre otras, eran órdenes laicales.

En 1962, en la celebración del Concilio Vaticano II, uno de los temas obligatorios y centrales fue restituir al laico, al seglar, su lugar imprescindible en la actividad de la Iglesia Católica, para que los laicos no sólo fueran objeto de la evangelización sino protagonistas y responsables de esta tarea; de ahí surgió el Documento del Concilio llamado «Apostolicam actuositatem» que está de dedicado al laico.

La vocación del laico en la Iglesia

Desde la celebración del Concilio Vaticano II se ha venido perfilando la vocación del laico como miembro de la Iglesia. Esta vocación la presentamos el año pasado en el lema del Congreso Diocesano de Laicos: «Hombres y mujeres de Iglesia en el corazón del mundo»; esta es la vocación primera del laico: hombres y mujeres en comunión con la Iglesia, seguidores de Jesucristo, pero que no viven en el convento, que no traen un hábito, sino que viven en el corazón del mundo, y el corazón del mundo son las familias, las fábricas, las oficinas, la política, le economía, el deporte, las comunicaciones; ahí la vocación del laico es santificar el ambiente.

Un buen ejemplo lo encontré en una noticia que recientemente leí: en África, donde la conversión de un islámico al cristianismo merece la muerte, muchos musulmanes se están haciendo católicos, contrario a la creencia de que era imposible que un islámico se convirtiera al cristianismo. Lo curioso es que como los amenazan de muerte, huyen un tiempo de su lugar de origen a un lugar donde ser católico no esté penalizado, pero después de un tiempo de empaparse de Dios, de la fe católica, vuelven a su tierra para ser misioneros sin temor de dar la vida por su fe. Aquí está la vocación esencial del laico, no separarse del mundo sino vivir inserto en él, y desde él, evangelizar.

Protagonistas de la evangelización

Los laicos, pues, deben ser los principales protagonistas de la evangelización; ellos deben llegar a donde no llega el sacerdote o la religiosa; ellos deben ser los evangelizadores de avanzada. Esta es la hora del laico, de los seglares conscientes que no deben separarse del mundo para realizar su labor. Por lo mismo, no es correcto que cuando a un laico de una parroquia lo llamen a ser ministro o ministra de la Comunión le quieren imponer un hábito o distintivo; lo más correcto es que mantengan su vestimenta seglar. Que los laicos no se clericalicen y que los clérigos no se laicisen.

viernes, 26 de junio de 2015

LA MEDITACIÓN DE HOY

   
Contemplando tu sacrificio nuevamente estoy Señor, me encuentro detenida en el tiempo por  el éxtasis que contemplarte produce en mí. Es como si todo se  detuviera cuando estoy aquí frente a ti; no hay tiempo, no hay problemas, no existe desesperanza, no hay reservas  ni dolor.
    Mi corazón desea adorarte con toda su  fuerza, suplicante y humilde se postra ante ti,  anhela tanto el alma mía que  tu gracia la alcance; no hay dudas ni preguntas, sólo el amor basta, sólo el amor nos irradia. Cuanto más te miro Padre….   más te descubro en mí.
     Tanta perfección, tanta  majestuosidad en esa pequeña fracción de Pan, en ese Vino; un verdadero milagro de amor que a diario ocurre frente a mí. Mi cuerpo, mis anhelos y mi espíritu se llenan de gozo, Tú, el  milagro de amor, ven a mi morada, toma posesión de ella que sólo a ti pertenece; graba en lo profundo de mi ser el recuerdo de ese sacrificio que a mí me redimió y que por  tu poder se transformo. Lávame con tu sangre,  que brille el poder de tu amor, el fuego de tu espíritu, el rostro de tu Hijo. Deja que mi corazón apasionado caiga  rendido a tus pies.
   Hoy mi Padre veo el don de mi vida como esa huella de  amor que grabaste para mí, único y exclusivo para mí, amor perfecto que refleja la grandeza de su autor.
     Tan cerca  de mí, tan dentro de ti,  fuente perpetua del amor que contagia, tú que  en lo pequeño y perfecto te manifiestas, permite que arda mi voz llevando tu evangelio, que mis labios se sequen  de tanto pronunciar tu nombre, que mi ser vibre siempre en esa sintonía perfecta de amor. Deseo tanto  gritar que a tu lado he librado mis mejores  batallas, que a tu lado he perdido, he sufrido, he amado he llorado y vivido, Y sabes Padre, que siempre me he sentido profundamente amada… ¡no hay nadie como Tú, hermoso y glorioso mi Señor! estoy aquí por ti,  por mí…
Tú la libertad, plenitud,  verdad y  paz.  Deseo  abrir la puerta de par en par sin que nada turbe este momento, déjame mirarte con la integridad de mi ser, déjame amarte, gozarte y aprender ti, hoy Padre en esta unión de alma y espíritu logro descansar en ti,  quiero permanecer aquí por siempre… sin ti  vivir no  es lo mismo.
 Recuerdo aquel día en que tú Señor entraste a mi vida, sanaste mi corazón y me llamaste hija, ¿cómo no escuchar tu voz? si la dulce y cálida esencia hace volver no solo mi mirada sino mi alma y mi espíritu a ti.
    Y aquí nuevamente estoy para adorarte, para en ti vivir.  Ya no es pan y vino sino Carne y sangre de quien su soplo de vida un día a mi me dio.

Amén.


Rocío Rio

miércoles, 17 de junio de 2015

LA MEDITACIÓN DE HOY

Dulce corazón de Jesús, refugio y consuelo  de quienes  contemplamos  los rayos que emanan de ese Corazón que ama ardientemente a todas sus criaturas. Tú Señor que estás en todo en tu lugar, dispuesto a acompañar nuestros días y recordarnos que en  ti es  donde está la verdad y  la eternidad, ayúdanos, Padre a dar lo mejor de nosotros, a caminar seguros por el camino que nos lleva a tu encuentro , a ser roca y faro en las adversidades de la vida, hoy quiero desnudar mi alma para encontrar qué es lo que  aleja de ti al alma mía, quiero aprender  de mis errores, mis desaciertos, mi incapacidad, mis vicios, comprender el sentido de mis intenciones, entender la pobreza de mi ser; pues solo así podre verme transparente, sin caretas que enmascaren mi ser persona y solo así  podre  estar… atenta al sonido de tu voz cuando pronuncies mi nombre, cuando me llames y desees revelarte.
     Padre, para mi algunas veces las cosas están confusas , por eso no puedo donarte todo lo que soy en verdad. Quiero conocer quién soy desde la mirada de tus ojos, quiero ser  fiel en lo poco para llegar a darte mucho, quiero aprender de tu humanidad en Cristo,  a caminar descalza de dudas, a caminar libre de ataduras, quiero ir con el corazón inflamado de amar y  gritar aún en el silencio que soy tu hija, que te miro y me abrazas en la intimidad todos los días en que dispongo mi corazón al tuyo, tú que me das responsabilidades claras, que me  confías a esos hijos tuyos que son un Cristo en el dolor, en la enfermedad, en la soledad,  la traición y la penuria; hoy  pides ir en busca y llevarles tu mensaje, mensaje que dice “quiero que se enamoren de mi palabra! quiero que se sientan profundamente amados por mí,  acariciados por mi dulce misericordia, protegidos por mis promesas”,  tú Señor que quieres que les lleve el mensaje de  que estás sediento de que vuelvan a ti, que no  se sienten solos , confundidos, rechazados, insultados y marginados; esos que son tus hijos predilectos y que nadie está dispuesto a ir por ellos, yo te digo padre  toma mi voz, toma mi tiempo y mis pies, llévame a ellos y déjame acariciar sus rostros, esos rostros que me recuerdan quién soy, lo que has obrado en mí y permíteme por tu Gracia ser instrumento que les ayude a volver a sentir la dignidad que es ser  hijos del Rey, hijos del Padre que los Ama, hermanos de quienes están a tu mesa, y sean para nosotros recordatorio de que todos somos débiles,  expuestos a caer  y   perdernos si no comprendemos que la vida plena solo se encuentra en donde los anhelos del corazón se hacen vida y ese mi Señor, eres tú.
      Que siempre vigilante y ardiente esté mi corazón, enséñame  a amar en plenitud, con todo lo que implica tu ternura, que no tenga miedo a estar a solas en  ti, a mirar en el  castillo interior donde tú habitas en mí y yo en ti;  Padre átame al nudo del cíngulo que ata tus vestiduras, que arda mi voz clamando la tuya, que  viva yo para contemplarte, reflejarte y adorarte en cada instante de mi vida.  
Amén.


Rocío Rio

lunes, 15 de junio de 2015

OFERTORIO



La preparación de las Ofrendas: Se llevan las ofrendas al altar, lo más conveniente es que los fieles las lleven. Estas son el vino y el pan. Se recoge la limosna, la cual es también una ofrenda. El sacerdote prepara el altar, extiende el corporal, si tiene copón lo destapa. El sacerdote recibe las ofrendas del pueblo. Con las ofrendas, la asamblea no sólo ofrece lo material, sino que simboliza la entrega del cristiano, su total disponibilidad a lo que Dios le tiene señalado. Se entregan los dones que Dios ha dado a cada quien, todo se pone a su disposición.

Ofrecimiento del pan y del vino: El pan y el vino se ofrecen por separado. El vino es preparado por el sacerdote que le añade unas gotas de agua diciendo: “Que así como el agua se mezcla con el vino, participemos de la divinidad de Aquél, que quizó compartir nuestra humanidad”. Existe un simbolismo entre el pan y el trabajo, además de que, en el pan hay muchos granos de trigo. Y como dice San Pablo: “Porque el pan es uno, somos muchos un sólo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan” (1 Cor 10, 17). El vino se obtiene de la vid, machacando y pisando, símbolo de dolor, de sufrimiento y se ofrece para convertirlo en la Sangre de Cristo por un deseo de expiación. Con el pan y el vino se ofrece el trabajo, el descanso, las alegrías, las contrariedades; pero sobre todo, el deseo de que Dios acepte a cada quien con sus miserias, y los transforme con su Gracia hasta asemejarlos a su Hijo.

CATALINA RIVAS:

…Un momento después llegó el Ofertorio y la Santísima Virgen dijo “Reza así: ( y yo la seguía) Señor, te ofrezco todo lo que soy, lo que tengo, lo que puedo, todo lo pongo en Tus manos. Edifica Tú, Señor con lo poco que soy. Por los méritos de Tu Hijo, transfórmame, Dios Altísimo. Te pido por mi familia, por mis bienhechores, por cada miembro de nuestro Apostolado, por todas las personas que nos combaten, por aquellos que se encomiendan a mis pobres oraciones... Enséñame a poner mi corazón en el suelo para que su caminar sea menos duro. Así oraban los santos, así quiero que lo hagan”.
Y es que así lo pide Jesús, que pongamos el corazón en el suelo para que ellos no sientan la dureza, sino que los aliviemos con el dolor de aquel pisotón. Años después leí un librito de oraciones de un Santo al que La Santa Misaquiero mucho: José María Escrivá de Balaguer y allá pude encontrar una oración parecida a la que me enseñaba la Virgen. Tal vez este Santo a quien me encomiendo, agradaba a la Virgen Santísima con aquellas oraciones.
De pronto empezaron a ponerse de pie unas figuras que no había visto antes. Era como si del lado de cada persona que estaba en la Catedral, saliera otra persona y aquello se llenó de unos personajes jóvenes, hermosos. Iban vestidos con túnicas muy blancas y fueron saliendo hasta el pasillo central dirigiéndose hacia el Altar.
Dijo nuestra Madre: “Observa, son los Ángeles de la Guarda de cada una de las personas que está aquí. Es el momento en que su Ángel de la Guarda lleva sus ofrendas y peticiones ante el Altar del Señor.”
En aquel momento, estaba completamente asombrada, porque esos seres tenían rostros tan hermosos, tan radiantes como no puede uno imaginarse. Lucían unos rostros muy bellos, casi femeninos, sin embargo la complexión de su cuerpo, sus manos, su estatura era de hombre. Los pies desnudos no pisaban el suelo, sino que iban como deslizándose, como resbalando. Aquella procesión era muy hermosa.
Algunos de ellos tenían como una fuente de oro con algo que brillaba mucho con una luz blanca-dorada, dijo la Virgen: -“Son los Ángeles de la Guarda de las personas que están ofreciendo esta Santa Misa por muchas intenciones, aquellas personas que están conscientes de lo que significa esta celebración, aquellas que tienen algo que ofrecer al Señor...”
“Ofrezcan en este momento..., ofrezcan sus penas, sus dolores, sus ilusiones, sus tristezas, sus alegrías, sus peticiones. Recuerden que la Misa tiene un valor infinito por lo tanto, sean generosos en ofrecer y en pedir.”
Detrás de los primeros Ángeles venían otros que no tenían nada en las manos, las llevaban vacías. Dijo la Virgen: -“Son los Ángeles de las personas que estando aquí, no ofrecen nunca nada, que no tienen interés en vivir cada momento litúrgico de la Misa y no tienen ofrecimientos que llevar ante el Altar del Señor.”
En último lugar iban otros Ángeles que estaban medio tristones, con las
La Santa Misa 5
manos juntas en oración pero con la mirada baja. -“Son los Ángeles de la Guarda de las personas que estando aquí, no están, es decir de las personas que han venido forzadas, que han venido por compromiso, pero sin ningún deseo de participar de la Santa Misa y los Ángeles van tristes porque no tienen qué llevar ante el Altar, salvo sus propias oraciones.”
“No entristezcan a su Ángel de la Guarda... Pidan mucho, pidan por la conversión de los pecadores, por la paz del mundo, por sus familiares, sus vecinos, por quienes se encomiendan a sus oraciones. Pidan, pidan mucho, pero no sólo por ustedes, sino por los demás.”

“Recuerden que el ofrecimiento que más agrada al Señor es cuando se ofrecen ustedes mismos como holocausto, para que Jesús, al bajar, los transforme por Sus propios méritos. ¿Qué tienen que ofrecer al Padre por sí mismos? La nada y el pecado, pero al ofrecerse unidos a los méritos de Jesús, aquel ofrecimiento es grato al Padre.”

jueves, 11 de junio de 2015

LA MEDITACIÓN DE HOY

   Gracias Padre por un nuevo día para comenzar,  un nuevo día para transformarme, un nuevo día para levantarme y mirar el regalo de ser hija tuya,  un nuevo día para amar,   para estar cerca de aquellos  a quien su vida da  brillo a la mia, un nuevo día para corregir mis errores, para formarme y alimentar a quienes tú Señor me has encomendado; no quiero desperdiciar Padre ni un día, ni un instante de éste regalo que es tener vida, que es tener una nueva  oportunidad.
    Hoy quiero pedirte Perdón!  Por aquellos días que no he sido agradecida, aquellos días que inician, transcurren y terminan  sin un gracias, sin  la conciencia de que sin ti nada soy, sin doblar mis rodillas para alabarte o simplemente intentar escucharte!.  Señor no dejes de recordar a esta hija tuya  que todo lo que hay dentro y fuera de ella es simplemente obra tuya, quiero tener presente que no hay día nuevo  sin tu voluntad, que si hoy me permites estar aquí no es casualidad, es un regalo que tu deseas darme,  soy parte de un plan divino que debo cumplir, hay una misión para la cual me pensaste y estas obrando en mi todos los días para que pueda alcanzarla.
     Tú que todo lo puedes , tú que eres misericordioso haz de mi  una hija obediente, que nunca ponga condiciones para permanecer a tu lado y que sirva, que sirva siempre en tu nombre, perdona  las  veces que soy una hija infiel , que los apegos del mundo me  llevan a olvidar que mi fin es llegar a ti; con tanta facilidad  dejo de mirar con tus ojos dando paso a los juicios mundanos que puedo imaginar tu rostro cabizbajo triste y reflexivo que me mira preguntando -¿Acaso no eres tu quien dice amarme por sobre todas las cosas? …cuánto dolor debe haber en tu corazón  pues bien sabes que tu lo das todo por mi y muchas veces no soy capaz Padre! de dar  ni un pequeño gracias, ven mi Amado Padre, toma mi voluntad,  quebranta todo lo que no te agrade de mi, todo aquello Padre que desagrade a tus ojos, a tu plan  y más si esto me impidiera alcanzar algún día llegar a descansar en ti, transfórmame, sáname restáurame y déjame vivir solo para agradarte  Ti . 
     Todo lo que hay dentro de mi señor es tuyo!  Todo en mi te pertenece, soy tu hija, eres mi Padre, Santo, eterno, creador, sublime,  mi hermano,  mi luz y camino. Quiero adorarte y amarte todos los días sin dejar de contemplar ni por un instante la grandeza de quien siendo Dios se hizo carne para habitar en mí.
Amén

Rocío Rio

lunes, 8 de junio de 2015

LA SANTÍSIMA TRINIDAD




Por: Misael Cisneros | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Juan 16, 12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.

Oración introductoria

Señor, no puedo llenarme de Ti, de tu verdad plena, si estoy lleno de mí mismo. Quiero dejar a un lado mis angustias, mis problemas, mis anhelos vanidosos y egoístas para guardar ese silencio interior necesario para escucharte. Ven, Espíritu de verdad, que tu luz ilumine mi oración.

Petición

Santísima Trinidad, convénceme que necesito crecer y profundizar en mi fe, para que esta abarque todas las dimensiones de mi vida.

Meditación del Papa

Es falso el prejuicio de ciertos pensadores modernos según los cuales la razón humana estaría como bloqueada por los dogmas de la fe. Es verdad exactamente lo contrario, como han demostrado los grandes maestros de la tradición católica. San Agustín, antes de su conversión, busca con gran inquietud la verdad a través de todas las filosofías disponibles, hallándolas todas insatisfactorias. Su fatigosa búsqueda racional es para él una pedagogía significativa para el encuentro con la Verdad de Cristo. Cuando dice: "comprende para creer y cree para comprender", es como si relatara su propia experiencia de vida. Intelecto y fe, ante la divina Revelación, no son extraños o antagonistas, sino que ambos son condición para comprender su sentido, para recibir su mensaje auténtico, acercándose al umbral del misterio. San Agustín, junto a muchos otros autores cristianos, es testigo de una fe que se ejercita con la razón, que piensa e invita a pensar. (Benedicto XVI, 21 de noviembre de 2012).

Reflexión:

Santa Juana de Arco llegó a decir en un momento: sí, Dios es tan grande que supera nuestra ciencia. Y qué bien se presta esta frase porque estamos ante un misterio que supera realmente nuestra ciencia y nuestra capacidad de entendimiento humano. El misterio de la Santísima Trinidad, tres personas y un solo Dios. Como aprendimos en el catecismo desde pequeños, el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios. Un Dios y tres personas distintas.

San Patricio, misionero que llevó la palabra de Jesucristo al país de Irlanda solía explicar este misterio de nuestra fe comparándolo con un trébol. Cada hoja del trébol es diversa y sin embargo las tres forman el trébol. No podríamos llegar a decir que es un trébol si faltase una de ellas. Lo mismo con la Trinidad, cada persona de la Trinidad es diversa, cada persona es Dios y sin embargo las tres forman lo que llamamos la Santísima trinidad. Por eso, aunque se juntaran los sabios más grandes que ha habido en todos los tiempos jamás nos lo podrían hacer entender plenamente. También se dice que un día san Agustín caminaba por la playa y al ver a un niño que excavaba un agujero en la arena le preguntó:

-Pero, ¿qué pretendes hacer? El niño le respondió ilusionado:
-Pienso meter toda el agua en este hoyo.
-Pero ¡¿no te das cuenta que es imposible?! Le contestó san Agustín. Entonces el niño, que ya sabía en las elucubraciones de Agustín le contestó:
-Es más posible meter toda el agua del mar en este agujero que intentar meter el misterio de la Trinidad en tu cabeza.

Sin embargo, aunque no entendamos estos misterios no la razón, contamos con la fe que nos ayudará a aceptar esta grandeza de Dios que sobrepasa nuestro entendimiento. Ya decía un santo que a Dios no lo vamos a entender, lo vamos a aceptar. Aceptemos por tanto la grandeza de nuestro creador y que este evangelio nos sirva para reconocernos como criaturas cada vez que digamos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

La Santísima Trinidad es el misterio del amor de Dios; del amor más puro y más hermoso del universo. Más aún, es la revelación de un Dios que es el Amor en Persona, según la maravillosa definición que nos hizo san Juan: "Dios es Amor" (I Jn 4, 8). Siempre que nos habla de Sí mismo, se expresa con el lenguaje bello del amor humano. Todo el Antiguo y el Nuevo Testamento son testigos de ello. Dios se compara al amor de un padre bueno y a la ternura de la más dulce de las madres; al amor de un esposo tierno y fiel, de un amigo o de un hermano. Y en el Evangelio, Jesús nos revela a un Padre infinitamente cariñoso y misericordioso: ¡Con qué tonos tan estupendos nos habló siempre de Él! El Buen Pastor que carga en sus hombros a la oveja perdida; el Padre bueno que hace salir su sol sobre justos e injustos, que viste de esplendor a las flores del campo y alimenta a los pajarillos del cielo; el Rey que da a su hijo único y lo entrega a la muerte por salvar a su pueblo; o esa maravillosa parábola del hijo pródigo, que nos revela más bien al Padre de las misericordias, "al padre con corazón de madre" -como ha escrito un autor contemporáneo–, con entrañas de ternura y delicadeza infinita.

Diálogo con Cristo

Señor, éste es el misterio del amor más bello, el misterio de la Santísima Trinidad: las tres Personas divinas que viven en esa unión íntima e infinita de amor; un amor que es comunión y que se difunde hacia nosotros como donación de todo tu Ser. Y porque nos amas, buscas hacernos partícipes de tu misma vida divina: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y en él haremos nuestra morada" (Jn 14, 23). Y también porque nos amas, buscas el bien supremo de nuestra alma: la salvación eterna. ¡Éste es el núcleo del misterio trinitario!

Propósito

Ojalá que todas las veces que nos persignemos y digamos: "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", lo hagamos con más atención, nos acordemos de que Dios es Amor y de que nos ama infinitamente; agradezcamos ese amor y vivamos llenos de confianza, de alegría y de felicidad al sabernos sus hijos muy amados. Y, en consecuencia, tratemos de dar a conocer también a los demás este amor de Dios a través de la caridad hacia nuestros prójimos: "Todo el que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios, porque Dios es Amor".

viernes, 5 de junio de 2015

LA BENDICIÓN DE LOS ALIMENTOS



La fe en casa: La Bendición de la mesa
La fe en casa: La Bendición de la mesa
Bendecir la Mesa, una costumbre que ayuda a que vuestros hijos vivan en un ambiente cristiano.


Por: Jorge Peñacoba | Fuente: http://www.sontushijos.org



La Bendición de la mesa es una costumbre antiquísima entre los cristianos; y, antes, entre nuestros hermanos mayores, los judíos. En los relatos evangélicos se puede observar como el propio Jesús, nuestro Señor, lo hacía. No sólo en la última cena, sino que, por ejemplo, antes de multiplicar los panes, bendice al Padre, pronuncia la bendición de agradecimiento… Lo mismo hacen los discípulos, como se puede apreciar en el libro de Los Hechos de los Apóstoles y otros del Nuevo Testamento.

¿Qué significa bendecir algo o a alguien?

Bendición, bendecir, es un término de raíz latina que significa decir bien, decir algo bueno sobre algo o alguien; desearle un bien (como maldecir es desearle un mal, cargar sobre él una mala palabra y el mal deseo que conlleva. También la lengua griega, en la que fue escrito el Nuevo Testamento tiene una palabra que significa lo mismo: eu-logein 

La Sagrada Escritura está transida de la alegría por las bendiciones de Dios, y exhorta muy a menudo a bendecir a su vez al Autor de todo nuestro bien: ‘Bendecid al Señor sus Ángeles todos, bendecidle, hijos de los hombres: todo ser que alienta bendiga al Señor...’, dice el Cántico de los Tres Jóvenes.

Una de las Cartas de san Pablo comienza con esta explosión de alegría: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la creación del mundo, para ser santos e sin mancha en su presencia por el amor”(Ep. a los Efesios, cap. 1)

En realidad es Dios quien nos bendice con su Amor. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: ‘Bendecir es una acción divina que da la vida y cuya fuente es el Padre.Su bendición es a la vez palabra y don ("bene-dictio", "eu-logia")… Desde el comienzo y hasta la consumación de los tiempos, toda la obra de Dios es bendición.

‘Toda bendición es alabanza de Dios y oración para obtener sus dones. En Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre "con toda clase de bendiciones espirituales" (Ef 1,3). Por eso la Iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo’ (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1671).

La Bendición de la mesa o los alimentos

La bendición de la mesa es una acción de gracias y una sencilla petición, que sigue la estela del Padrenuestro, la oración que Jesús nos enseñó, donde pedimos: ‘Danos hoy nuestro pan de cada día’, recordando así la procedencia de esos y de todos los bienes -vienen de Dios- que nos deleitan y nos alimentan, y que son completamente necesarios para el hombre. 

Al recordar que vienen de Dios y son para todos, nos alienta a hacer de nuestra parte todo lo que podamos para que a nadie le falten, empezando por la personal moderación en su uso; moderación que debe ser sincera y alegre, y que es señal de que no ponemos en la acumulación y goce de esos bienes fungibles la clave de nuestra felicidad.

Hay algunas fórmulas de bendición muy ricas de contenido, otras muy sencillas (‘Benedictus benedicat’: ‘que el Bendito nos bendiga’, por ejemplo) o incluso un tanto infantiles (‘El Niño Jesús que nació en Belén bendiga estos alimentos y a nosotros también’). … Todas pueden ayudar, según las circunstancias y la costumbre de la familia de que se trate… aunque tal vez habría que prescindir de las que tengan un tono demasiado jocoso o incompatible con la idea de oración. 

Lo mismo cabe decir acerca de a quién corresponde en la casa hacer la bendición. En muchas familias es costumbre que lo haga la madre, que tal vez es la que los ha preparado y a la que todos miran esperando (y agradeciendo) que cuide de todos de ese modo tan maravilloso. O el padre, como cabeza de familia. No faltan hogares en que de buena gana se le pide al más pequeño que dirija la bendición, como signo del respeto y cariño a los niños que Jesús enseñó; o que la hacen por turno los hijos… Lo importante en cualquier caso es que es una oración familiar, un detalle que hace brillar el carácter cristiano de aquel hogar.

Algunas sugerencias prácticas

Es frecuente en la actualidad que los miembros de la familia coman a distintas horas o en distintos sitios, o que la cena sea poco más que un asunto que cada uno se despacha por su cuenta… Pero siempre hay algunas comidas especiales; tal vez el domingo, o la comida en casa de la abuela… Se le puede dar un valor especial precisamente con la bendición.

También es buena cosa enseñar a bendecir incluso cuando uno come sólo. De ese modo se adquiere el hábito de vivir en presencia de Dios con sencillez a lo largo del día, y no sólo, por ejemplo, en el templo
Hay quien, para fomentar la costumbre entre los más pequeños, escribe en un papel la fórmula, de un modo más o menos artístico, y lo pone en un imán de la nevera, o en una cartelita para que pueda leerlo en voz clara aquel que le toca ese día…

Os adjuntamos algunas fórmulas. La primera es la que se recoge en los bendicionales de la Iglesia. Que lo disfrutéis. 



Fórmulas para la bendición de la mesa

Bendición 
V. Bendícenos, Señor, y bendice estos alimentos que por tu bondad vamos a tomar.
R. Amén.
V. El Rey de la gloria eterna nos haga partícipes de la mesa celestial.
R. Amén. 

Acción de gracias 
V. Te damos gracias por todos tus beneficios, omnipotente Dios, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
V. El Señor nos dé su paz.
R. Y la vida eterna. Amén. 


Hay otras muchas fórmulas. Se adjuntan algunas, tanto de bendición antes de comer como de acción de gracias al terminar. 


BENDICIÓN AL COMENZAR 

1. En el nombre del Padre...
Bendícenos, Señor, y bendice los alimentos que vamos a tomar para mantenernos en tu santo servicio. Amén.
2. Bendícenos, Señor, y bendice nuestros alimentos. Bendice también a quienes nos los han preparado, y da pan a los que no lo tienen.
3. Bendice, Señor, a cuantos hoy comemos este pan Bendice a quienes lo hicieron y haz que juntos lo comamos en la mesa celestial.
4. Porque me das de comer, muchas gracias, Señor. Sé que hay muchos hombres que hoy no comerán... Danos a todos el pan de cada día.



ACCIÓN DE GRACIAS AL TERMINAR

1. Te damos gracias, Señor, por el alimento que nos has dado; haced que de él nos sirvamos siempre para nuestro bien.
2. Gracias por todos tus dones. Que el Rey de la eterna gloria nos haga partícipes de la mesa celestial. Amén.
3. Gracias, Señor, porque, de nuevo, hemos podido alimentarnos con los dones que Tú generosamente nos das. Señor, que no haya más hambre en el mundo.
4. Te agradezco, Señor, esta alegría de la mesa: el alimento y la compañía de los míos. Bendice siempre a esta familia y a quienes no tienen ni hogar ni pan.