Mi corazón desea adorarte con toda su fuerza, suplicante y humilde se postra ante ti, anhela tanto el alma mía que tu gracia la alcance; no hay dudas ni preguntas, sólo el amor basta, sólo el amor nos irradia. Cuanto más te miro Padre…. más te descubro en mí.
Tanta perfección, tanta majestuosidad en esa pequeña fracción de Pan, en ese Vino; un verdadero milagro de amor que a diario ocurre frente a mí. Mi cuerpo, mis anhelos y mi espíritu se llenan de gozo, Tú, el milagro de amor, ven a mi morada, toma posesión de ella que sólo a ti pertenece; graba en lo profundo de mi ser el recuerdo de ese sacrificio que a mí me redimió y que por tu poder se transformo. Lávame con tu sangre, que brille el poder de tu amor, el fuego de tu espíritu, el rostro de tu Hijo. Deja que mi corazón apasionado caiga rendido a tus pies.
Hoy mi Padre veo el don de mi vida como esa huella de amor que grabaste para mí, único y exclusivo para mí, amor perfecto que refleja la grandeza de su autor.
Tan cerca de mí, tan dentro de ti, fuente perpetua del amor que contagia, tú que en lo pequeño y perfecto te manifiestas, permite que arda mi voz llevando tu evangelio, que mis labios se sequen de tanto pronunciar tu nombre, que mi ser vibre siempre en esa sintonía perfecta de amor. Deseo tanto gritar que a tu lado he librado mis mejores batallas, que a tu lado he perdido, he sufrido, he amado he llorado y vivido, Y sabes Padre, que siempre me he sentido profundamente amada… ¡no hay nadie como Tú, hermoso y glorioso mi Señor! estoy aquí por ti, por mí…
Tú la libertad, plenitud, verdad y paz. Deseo abrir la puerta de par en par sin que nada turbe este momento, déjame mirarte con la integridad de mi ser, déjame amarte, gozarte y aprender ti, hoy Padre en esta unión de alma y espíritu logro descansar en ti, quiero permanecer aquí por siempre… sin ti vivir no es lo mismo.
Recuerdo aquel día en que tú Señor entraste a mi vida, sanaste mi corazón y me llamaste hija, ¿cómo no escuchar tu voz? si la dulce y cálida esencia hace volver no solo mi mirada sino mi alma y mi espíritu a ti.
Y aquí nuevamente estoy para adorarte, para en ti vivir. Ya no es pan y vino sino Carne y sangre de quien su soplo de vida un día a mi me dio.
Amén.
Rocío Rio
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