lunes, 6 de julio de 2015

CARTA A LAS MUJERES


Actos y documentos pontificios.
Juan Pablo II.

            En este documento el papa San Juan Pablo II, contribuye a la Iglesia a la defensa  de dignidad, papel y derechos de las mujeres, pero no en sentido estricto, sino hablando directamente al corazón y la mente de todas las mujeres, consideradas a la luz de la palabra de Dios. Y es en este diálogo con Dios, él señala:

·         Primeramente tenemos que dar gracias a la Santísima Trinidad por el “misterio de la mujer” por todas y cada una de ellas, que a lo largo de la humanidad se ha realizado en ella y por ella.
·         Por el designio  sobre la vocación y misión de la mujer en el mundo, por lo que representa en la vida de la humanidad.
·         Te doy gracias Madre-Mujer. Por acunar la vida, guiar y educar los primeros pasos de lo que será el camino del futuro cristiano.
·         Te doy gracias Mujer-Esposa. Te unes irrevocablemente al destino de un hombre mediante la entrega al servicio de la comunión y la vida.
·         Te doy gracias Mujer-Hija, Mujer-Madre. Quien aportas en la unidad familiar, sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.
·         Te doy gracias Mujer-Trabajadora. Quien aportas a la vida social en todos sus ámbitos una cultura capaz de conciliar la razón y el sentimiento.
·         Mujer-Consagrada. Quien te unes a María Madre de Cristo con docilidad y fidelidad al amor de Dios.

La libertad que el mundo no ha ofrecido, ha estado mal entendida y solo nos ha alejado de la actitud de Cristo. El siempre tuvo una relación con las mujeres de actitud de apertura, de respeto, de acogida, de ternura. Y desde este punto nos enseña a ser honradas des siempre en el proyecto y en el amor de Dios.
El papa San Juan Pablo II nos dice que debemos ser tomadas no nada más por el aspecto físico, sino además por la competitividad, profesionalidad, capacidad intelectual, riqueza de sensibilidad y en definitiva por la ¡ dignidad de ser mujer! Ser personas con efectividad de igualdad pero sin perder de vista que somos parte de la formación  en los procesos de la civilización del amor.

            Pero dar gracias no basta. Por desgracia somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidad de sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud. Esto le ha impedido ser profundamente ella misma y ha empobrecido la humanidad entera de auténticas riquezas espirituales.
            Este sentimiento debe convertirse para toda la Iglesia en un compromiso de renovada fidelidad a la inspiración evangélica, que precisamente sobre el tema de la liberación de la mujer de toda forma de abuso y de dominio tiene un mensaje de  perenne actualidad, el cual broto de la actitud misma de Cristo.

            Permitidme pues, queridas hermanas, que medite de nuevo con vosotras sobre la maravillosa página bíblica que presenta la creación del ser humano, y que dice tanto sobre vuestra dignidad y misión en el mundo.

            <<No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada>> (Gen 2,18). En la creación de la mujer está inscrito, pues, desde el inicio el principio de la ayuda, ayuda, no unilateral, sino recíproca. La mujer es el complemento del hombre, como el hombre es complemento de la mujer: mujer y hombre entre sí, son complementarios. La femineidad realiza lo humano, como la masculinidad, pero con una modulación diversa y complementaria.
            Solo gracias a la dualidad de lo masculino y de lo femenino lo humano se realiza plenamente.
            A esta unidad de los dos, confía Dios no sólo la obra  de la procreación y la vida de la familia, sino la construcción de la misma historia.
            En la dimensión ética y social, en que afecta las relaciones humanas y a los valores del espíritu, es en donde se desarrolla a menudo sin clamor, a partir de las relaciones cotidianas entre las personas, especialmente dentro de la familia, la sociedad,  que es en gran parte deudora precisamente al genio de la mujer.
            En este cometido manifiestan una forma de maternidad efectiva, cultural y espiritual, de un valor verdaderamente inestimable, por la influencia que tiene en el desarrollo de la persona y en el futuro de la sociedad.

            Las invito ahora a ser mujeres. Mujeres en misión.

Brezy López.


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