jueves, 23 de julio de 2015

LA MEDITACIÓN DE HOY.

   
 María Madre nuestra,  mujer de belleza y santidad inigualable, gracias por ser  corredentora en nuestra salvación, gracias por esa oportunidad de estar aquí junto a ti, recogida en el dolor pero en la paz de saber que tú intercedes por esta hija tuya, hoy más que nunca  deseo tanto   imitarte, seguirte y contemplar la belleza de tu vida, deseo tanto volver a ser ese niña pura a la  que con tanto gozo el señor le regaló la vida.
     Tú, mi Madre, me conoces y sabes de mis profundos deseos, mis ardientes remordimientos, de mi callado dolor;  tú me conoces, sabes de mi tristeza y desesperación, tú  conoces  lo más íntimo de mí, incluso aquello donde el silencio grita y no puedo escuchar, deseo  tanto por un instante volver a ser tan libre, libre de la cárcel de mis pensamientos, de la cárcel de mi remordimiento. Tú María, sabes de ese  dolor, de mis pecados y todos las veces que consiente, ofendí al Padre; ultrajé mi cuerpo y viole mis entrañas, tú, Madre mía que estuviste derramando tus lágrimas a mi lado mantras yo pensaba cómo llevar a cabo el holocausto de mi propia carne.
     Efímero el placer cuando las entrañas ofenden y ultrajan las leyes de mi Señor,  efímera es la felicidad cuando dista de la voluntad de quien en mí se complació,  efímera mi fe cuando no confié en la maternidad que a mí se me donó y que absurda la respuesta de un ser que piensa, ama, desea y cree  pero cobardemente  de la vida se desprendió.
    ….. Los verdes prados del señor se tiñen de rojo, niños rechazados de culpa y dolor, ¡cuánta sangre derramada, inocentes  hijos de Dios,  rechazados desde el vientre al instante mismo de su concepción! Frágil e Indefensos  seres  que ni un día sus ojitos vieran, seres indefensos cuya sonrisa,  caricias y ternura de su madre jamás conocieran.
      Perdona Padre mío tanta humillación  y da a esas hijas misericordia y perdón; llega a lo profundo de su corazón, háblales de tu amor, que nadie ultraje sus vidas que nunca más cobardes sean ante ti Dios, llena sus corazones, aliméntalas de perdón, y que algún día ellas acepten el precio de tu pasión.
     Infunde amado Padre en esas madres pasión, valentía y convicción para que griten al mundo el precio de su dolor, las consecuencias de su acción y eviten teñir de rojo los prados verdes que de los niños son.

Amén.

     
Rocío Rio

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