Dialogando con Jesús, en Su casa frente al sagrario, descubro en el silencio que ya no necesito palabras para comunicarme con Él.
Basta una mirada para que se expanda el corazón y nos encontremos, Él en mi y yo en Él.
Es una bendición, una gracia que da la fe.
Es un impulso del Espíritu Santo que me hace escuchar dentro de mi.
El momento justo antes de la misa, nos tomamos unos minutos de preparación para disponer el alma al encuentro con el amado.
Se empiezan a llenar las bancas, entra el sacerdote y se proclama la Palabra de Dios. La homilía y la oración de los fieles. Las ofrendas que nos dan la oportunidad de renovar la entrega a Jesús. En la transustanciación se hacen presentes el Cuerpo y la Sangre de Jesús, ¡ya estás aquí!! y la liturgia poco a poco nos va aquietando. Ahora el momento más importante, la Comunión... Tú en mí y yo en Ti!!!
No necesito nada más solo mirar hacia adentro.
Cuánto me lo habían dicho, "sólo déjate" Él hace todo, desde la creación hasta el último día Él basta, Él es Dios.
La Santísima Trinidad que crea, salva e impulsa a amar. Llena de luz y de paz al que se "deja". Es su mayor ilusión, vernos felices para eso hemos sido creados.
Sandra Lillingston
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