27 agosto 2015
Señor nada tengo que ocultarte, aquí como libro
abierto esta mi ser, Tú mi Padre Creador
vengo a ti arrepentida por todas las
veces que te he fallado, por todas las
veces que mi oración no es de corazón si no un repetir palabras sin comprender
lo que digo, vengo aquí sabiendo que mil
veces he caído y vuelto a fallar, pero algo hay en mí que siempre me hace
volver a ti aunque no sepa bien amarte.
Muchas veces las flores que adornan mis ramas
se ven bellas pero el interior de mis raíces están secas, mis manos vacías, mi mente
dispersa y mi voluntad desgastada, como quisiera amarte más, amarte con ese
amor incondicional del que tanta gente
habla, ¿por qué yo no sé amarte así? Cuanto mi alma anhela que seas lo primero en
mis pensamientos, mi mañana y mi
descanso, enséñame a amarte como tu amas, como ellos claman, enséñame como
santa Mónica a saber esperar, a no desesperar y perderme en tu silencio.
Mi amado Jesús quiero derramar en ti lo más
intimo de mi ser, disfrutar del fruto de
la misericordia del la que tanta gente habla, ¿yo también puedo merecerla? Padre, realmente ¿soy digno de ti? ¿a pesar de
mi ingratitud? ¿de mi indiferencia? rescátame Padre! hazme volver a ti con mis
raíces firmes, con un corazón ardiente de permanecer cerquita a ti, de saberme perdonada y renovada. Tú Padre eres el único que puede llenar de agua viva el desierto de mis
pensamientos indomables que me hunden en profunda tristeza y abaten la fuerzas
que guardo para continuar, que tu gracia Padre
me haga participe de la libertad.
Veo a tantas personas que viven en ti, que hablan de ti, viven el día dando su vida por ti, sus palabras me dicen mucho pero sus obras acarician mis deseos, ellas me muestran sus
rostros y almas confiados y plenos, en ellos puedo ver que si se puede dejar a
un lado las debilidades humanas para continuar, yo quiero ser de ellos, aunque
quizás mi boca hable menos pero mi actos sean realmente solo vivir como tu amado
Jesús, quiero ser como San Pablo que en un rayo de luz sacudas mis entrañas y
me hagas un hombre nuevo, tú que eres Poderoso ven a mi dame tu perdón y
lléname de ti, infunde en mi vida coherencia, autenticidad de discípulo, y que nunca la
frialdad invada nuevamente mi alma.
Te pido en especial este día Altísimo y poderoso Señor, que las heridas de hoy no me apartan de una vida de
gracia, que sea restaurado en tus manos,
que confié en tu providencia y en
claridad de tu palabras, enséñame a dejar todo para ir en busca de ti, que no me aparten las cosas humanas de las cosas divinas y mi corazón solo
anhele la unción de tu amor, la enseñanza de Cristo y el abrazo de María que tanto en busque.
Amén.
Rocío Rio
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