lunes, 30 de junio de 2014

Pasos para hacer una meditación...




Considerando que el Espíritu Santo lleva a las almas por diferentes caminos, no hay un método obligado para hacer la meditación. 
Sin embargo te dejo algunos pasos que te pueden ayudar a dar inicio en esta práctica tan hermosa de hablar con Dios, sí, de hablar con el mismo Dios nuestro creador, el Señor que todo lo puede, que sana, que enseña, que consuela y da alegría.

1.- Invocación al Espíritu Santo. 
     Pídele ayuda al Espíritu Santo para que te ayude a disponer tu corazón, para hablar con Dios. 

2.- Actos preparatorios, basados en las tres Divinas Personas y en las virtudes teologales (Fe = creer,  Esperanza = esperar, Caridad = amar):

  •  Señor yo creo en Ti (Dios Padre). Ejemplo: Creo que eres mi Padre y que me amas, te doy gracias por el aroma de las flores, por le luz del sol, por el cantar de los pájaros. Te doy gracias principalmente porque me permites vivir un día más para amarte, gracias por mi familia, por mi salud... etc.    
  • Espero en Ti, Jesús amado, Espero llegar a ti para amarte pos toda la eternidad, cúbreme con tu Sangre preciosa para que pueda presentarme ante Ti, blanca y radiante. Purifícame Señor y permite que me refugie en tu amado Corazón para que pueda vivir en Ti agradándote. Que sea yo el puente que acerque a más personas a Ti...
  • Te amo con todo mi ser, en esta mañana linda de verano te pido enciendas mi corazón y que nunca se apague, que sea yo luz para mis hermanos...
3.- Lectura de un pasaje de la Biblia, puede ser el Evangelio del día (o de algún libro espiritual).
4.- Pregúntale ¿Qué me quieres decir a mi, con esta lectura Señor?  si te es posible escribe, para que no pierdas la concentración.
5.- Saca un proposito a trabajar en el día de lo que leíste y dale gracias a Dios por lo beneficios que sacaste con esta meditación y por haber permitido que hablaras con Él.

Que Dios te bendiga y te acompañe María.

Sandra Lillingston

domingo, 29 de junio de 2014

La alegria del Evangelio




1. La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.
2. El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.
3. Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor»[1]. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!
4. Los libros del Antiguo Testamento habían preanunciado la alegría de la salvación, que se volvería desbordante en los tiempos mesiánicos. El profeta Isaías se dirige al Mesías esperado saludándolo con regocijo: «Tú multiplicaste la alegría, acrecentaste el gozo» (9,2). Y anima a los habitantes de Sión a recibirlo entre cantos: «¡Dad gritos de gozo y de júbilo!» (12,6). A quien ya lo ha visto en el horizonte, el profeta lo invita a convertirse en mensajero para los demás: «Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén» (40,9). La creación entera participa de esta alegría de la salvación: «¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! ¡Prorrumpid, montes, en cantos de alegría! Porque el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido» (49,13).
Zacarías, viendo el día del Señor, invita a dar vítores al Rey que llega «pobre y montado en un borrico»: «¡Exulta sin freno, Sión, grita de alegría, Jerusalén, que viene a ti tu Rey, justo y victorioso!» (9,9).
Pero quizás la invitación más contagiosa sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría que quiere comunicar a su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto: «Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo» (3,17).
Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios: «Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […] No te prives de pasar un buen día» (Si 14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!
5. El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría. Bastan algunos ejemplos: «Alégrate» es el saludo del ángel a María (Lc 1,28). La visita de María a Isabel hace que Juan salte de alegría en el seno de su madre (cf. Lc 1,41). En su canto María proclama: «Mi espíritu se estremece de alegría en Dios, mi salvador» (Lc 1,47). Cuando Jesús comienza su ministerio, Juan exclama: «Ésta es mi alegría, que ha llegado a su plenitud» (Jn 3,29). Jesús mismo «se llenó de alegría en el Espíritu Santo» (Lc 10,21). Su mensaje es fuente de gozo: «Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena» (Jn 15,11). Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su corazón rebosante. Él promete a los discípulos: «Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría» (Jn 16,20). E insiste: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os podrá quitar vuestra alegría» (Jn 16,22). Después ellos, al verlo resucitado, «se alegraron» (Jn 20,20). El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que en la primera comunidad «tomaban el alimento con alegría» (2,46). Por donde los discípulos pasaban, había «una gran alegría» (8,8), y ellos, en medio de la persecución, «se llenaban de gozo» (13,52). Un eunuco, apenas bautizado, «siguió gozoso su camino» (8,39), y el carcelero «se alegró con toda su familia por haber creído en Dios» (16,34). ¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?
6. Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: «Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha […] Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana tras mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad! […] Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor» (Lm 3,17.21-23.26).
7. La tentación aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría. Esto suele suceder porque «la sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría»[2]. Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse. También recuerdo la genuina alegría de aquellos que, aun en medio de grandes compromisos profesionales, han sabido conservar un corazón creyente, desprendido y sencillo. De maneras variadas, esas alegrías beben en la fuente del amor siempre más grande de Dios que se nos manifestó en Jesucristo. No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»[3].
8. Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?
9. El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces algunas expresiones de san Pablo: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14); «¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!» (1 Co 9,16).
10. La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás»[4]. Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión»[5]. Por consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo»[6].
Una eterna novedad
11. Un anuncio renovado ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora. En realidad, su centro y esencia es siempre el mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado. Él hace a sus fieles siempre nuevos; aunque sean ancianos, «les renovará el vigor, subirán con alas como de águila, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse» (Is 40,31). Cristo es el «Evangelio eterno» (Ap 14,6), y es «el mismo ayer y hoy y para siempre» (Hb 13,8), pero su riqueza y su hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad. La Iglesia no deja de asombrarse por «la profundidad de la riqueza, de la sabiduría y del conocimiento de Dios» (Rm 11,33). Decía san Juan de la Cruz: «Esta espesura de sabiduría y ciencia de Dios es tan profunda e inmensa, que, aunque más el alma sepa de ella, siempre puede entrar más adentro»[7]. O bien, como afirmaba san Ireneo: «[Cristo], en su venida, ha traído consigo toda novedad»[8]. Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece. Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre «nueva».
12. Si bien esta misión nos reclama una entrega generosa, sería un error entenderla como una heroica tarea personal, ya que la obra es ante todo de Él, más allá de lo que podamos descubrir y entender. Jesús es «el primero y el más grande evangelizador»[9]. En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios, que quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu. La verdadera novedad es la que Dios mismo misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que Él orienta y acompaña de mil maneras. En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que «Él nos amó primero» (1 Jn 4,19) y que «es Dios quien hace crecer» (1 Co 3,7). Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo.
13. Tampoco deberíamos entender la novedad de esta misión como un desarraigo, como un olvido de la historia viva que nos acoge y nos lanza hacia adelante. La memoria es una dimensión de nuestra fe que podríamos llamar «deuteronómica», en analogía con la memoria de Israel. Jesús nos deja la Eucaristía como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua (cf. Lc 22,19). La alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria agradecida: es una gracia que necesitamos pedir. Los Apóstoles jamás olvidaron el momento en que Jesús les tocó el corazón: «Era alrededor de las cuatro de la tarde» (Jn 1,39). Junto con Jesús, la memoria nos hace presente «una verdadera nube de testigos» (Hb 12,1). Entre ellos, se destacan algunas personas que incidieron de manera especial para hacer brotar nuestro gozo creyente: «Acordaos de aquellos dirigentes que os anunciaron la Palabra de Dios» (Hb 13,7). A veces se trata de personas sencillas y cercanas que nos iniciaron en la vida de la fe: «Tengo presente la sinceridad de tu fe, esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice» (2 Tm1,5). El creyente es fundamentalmente «memorioso».
14. En la escucha del Espíritu, que nos ayuda a reconocer comunitariamente los signos de los tiempos, del 7 al 28 de octubre de 2012 se celebró la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Allí se recordó que la nueva evangelización convoca a todos y se realiza fundamentalmente en tres ámbitos[10]. En primer lugar, mencionemos el ámbito de la pastoral ordinaria, «animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna»[11]. También se incluyen en este ámbito los fieles que conservan una fe católica intensa y sincera, expresándola de diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto. Esta pastoral se orienta al crecimiento de los creyentes, de manera que respondan cada vez mejor y con toda su vida al amor de Dios.
En segundo lugar, recordemos el ámbito de «las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo»[12], no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. La Iglesia, como madre siempre atenta, se empeña para que vivan una conversión que les devuelva la alegría de la fe y el deseo de comprometerse con el Evangelio.
Finalmente, remarquemos que la evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción»[13].
15. Juan Pablo II nos invitó a reconocer que «es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio» a los que están alejados de Cristo, «porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia»[14]. La actividad misionera «representa aún hoy día el mayor desafíopara la Iglesia»[15] y «la causa misionera debe ser la primera»[16]. ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia. En esta línea, los Obispos latinoamericanos afirmaron que ya «no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos»[17] y que hace falta pasar «de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera»[18]. Esta tarea sigue siendo la fuente de las mayores alegrías para la Iglesia: «Habrá más gozo en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc 15,7).

¡alegraos!» (Flp 4,4).

El Credo


PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
El credo de los loros

Viernes
 10 de enero de 2014

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 3, viernes 17 de enero de 2014

El cristiano no repite el Credo de memoria como un loro y no vive como un eterno «derrotado», sino que confiesa toda su fe y tiene la capacidad de adorar a Dios, llevando así hacia lo alto el termómetro de la vida de la Iglesia. Para el Papa Francisco «confesar y confiarse» son las dos palabras clave que alimentan y refuerzan la actitud de quien cree, porque «nuestra fe es la victoria que venció al mundo» como escribe el apóstol Juan en su primera carta. El Pontífice lo reafirmó en la misa celebrada el viernes 10 de enero, por la mañana, en la capilla de la Casa de Santa Marta.
El Papa Francisco retomó de este modo el hilo conductor de la meditación del día anterior, presentando su reflexión centrada en la primera carta de Juan. Quien, explicó, «insiste, subraya mucho esa palabra que para él es como la expresión de la vida cristiana: permanecer, permanecer en el Señor». Y «en estos días —continuó— hemos visto cómo» Juan «piensa este permanecer: nosotros en el Señor y el Señor en nosotros. Esto significa permanecer en el amor, porque los dos mandamientos principales son los del amor a Dios y al prójimo».
Para Juan, por lo tanto, el centro de la vida cristiana es el «permanecer en el Señor, permanecer el Señor en nosotros, permanecer en el amor. Y por esto, dice, nos dio el Espíritu. Es precisamente el Espíritu Santo quien hace esta obra del permanecer». En el pasaje de la primera lectura (4, 19 – 5, 4) proclamado en la liturgia, el apóstol —indicó el Papa— da la respuesta a una pregunta que nos surge naturalmente: por nuestra parte, ¿qué debemos hacer para vivir el estilo del «permanecer»? Escribe Juan: quien permanece en Dios, quienquiera que sea engendrado por Dios, quien permanece en el amor vence el mundo. «Y la victoria es nuestra fe», explicó el Pontífice repitiendo las palabras del apóstol. Para vivir «este permanecer», afirmó, «por parte nuestra» está precisamente la fe, mientras que «por parte de Dios está el Espíritu Santo, que hace esta obra de gracia».
«¡Es fuerte!», exclamó el Papa, porque «la victoria que venció el mundo es nuestra fe. Nuestra fe lo puede todo: ¡es victoria!». Se trata de una verdad que «sería hermoso» repetirnos con frecuencia, «porque muchas veces somos cristianos derrotados. La Iglesia —afirmó el Pontífice— está llena de cristianos derrotados, que no creen que la fe es victoria, que no viven esta fe. Y si no se vive esta fe está la derrota, y vence el mundo, el príncipe del mundo».
La pregunta fundamental, entonces, que hemos de plantearnos a nosotros mismos es: «¿Qué es esta fe?». El Papa Francisco recordó al respecto cómo Jesús hablaba de la fe y mostraba la fuerza de la misma, como se deduce de los episodios evangélicos de la mujer hemorroísa, de la cananea, del hombre que se acerca para pedir una curación con fe —«¡es grande tu fe!»— y del ciego de nacimiento. El Señor, recordó, «decía también que el hombre que tiene fe como un grano de mostaza puede mover montañas».
Precisamente «esta fe nos pide dos actitudes: confesar y confiarnos» dijo el Papa. Ante todo «la fe es confesar a Dios; pero al Dios que se ha revelado a nosotros desde el tiempo de nuestros padres hasta ahora: el Dios de la historia». Es lo que afirmamos todos los días en el Credo. Pero —puntualizó el Pontífice— «una cosa es recitar el Credo desde el corazón y otra como loros: creo en Dios, creo en Jesucristo, creo...». El Papa continuó proponiendo un examen de conciencia: «¿Creo en lo que digo? ¿Esta confesión de fe es auténtica o lo digo de memoria porque se debe decir? ¿O creo a medias?».
Por lo tanto, se debe «confesar la fe». Y confesarla «toda, no una parte. ¡Toda!». Pero, añadió, se debe también «custodiarla por entero como llegó a nosotros por el camino de la tradición. ¡Toda la fe!». El Pontífice indicó luego «el signo» para reconocer si confesamos «bien la fe». En efecto «quien confiesa bien la fe, toda la fe, tiene la capacidad de adorar a Dios». Es un «signo» que puede parecer «un poco extraño —comentó el Papa— porque sabemos cómo pedir a Dios, cómo dar gracias a Dios. Pero adorar a Dios, alabar a Dios es algo más. Sólo quien tiene esta fe fuerte es capaz de la adoración».
Precisamente sobre la adoración, destacó el Papa, «me atrevo a decir que el termómetro de la vida de la Iglesia está un poco bajo: nosotros, cristianos, no tenemos mucha capacidad de adorar —algunos sí—, porque en la confesión de la fe no estamos convencidos. O estamos convencidos a medias». Deberíamos, en cambio, recuperar la capacidad «de alabar y adorar» a Dios; incluso porque, añadió el Pontífice, la oración para «pedir y agradecer la hacemos todos».
En cuanto a la segunda actitud, el Papa Francisco recordó cómo «el hombre o la mujer que tiene fe se confía a Dios. Se confía. Pablo, en el momento sombrío de su vida, decía: yo sé bien de quién me he fiado. De Dios. Del Señor Jesús». Y «fiarse —afirmó— nos conduce a la esperanza. Así como la confesión de la fe nos conduce a la adoración y a la alabanza de Dios, el confiarse a Dios nos lleva a una actitud de esperanza».
Sin embargo —alertó el Pontífice— «hay muchos cristianos con una esperanza con demasiada agua», una esperanza aguada que no es «fuerte». ¿Y cuál es la razón de esta «esperanza débil»? Precisamente la falta de «fuerza y valentía para confiarse al Señor». Para ser, por el contrario, «cristianos vencedores», destacó, debemos creer «confesando la fe, y también custodiando la fe, y encomendándonos a Dios, al Señor. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.
«Para permanecer en el Señor, para permanecer en el amor —repitió— es necesario el Espíritu Santo, por parte de Dios. Pero por parte nuestra: confesar la fe que es un don y confiarse al Señor Jesús para adorar, alabar y ser personas de esperanza». El Papa Francisco concluyó la homilía con la oración que «el Señor nos haga comprender y vivir esta hermosa frase» del apóstol Juan que vuelve a proponer la liturgia: «Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe».



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sábado, 28 de junio de 2014

¿Flores de Bach? y nuestra fe católica?

Sectas, Apologética y Conversos | sección
Nueva Era y Cristianismo | categoría
La energía y la medicina alternativa | tema
Autor: Fundación SPES | Fuente: Fundación SPES
Flores de Bach
¿Sistema terapeútico alternativo para curar las emociones?
 
Flores de Bach
Flores de Bach

Las Flores de Bach son un sistema terapéutico dentro de las llamadas medicinas alternativas. Son concentrados de pétalos de ciertas flores, cuya esencia es obtenida por el “método del sol” y por ebullición.

Su creador es el Dr Edward Bach, nació en Moseley , Birmingham, Inglaterra (1886-1936). Éra médico Homeópata, Bacteriólogo y Patólogo, pero abandonó la medicina ortodoxa para dedicarse de lleno a terminar su propio proyecto, después de que le fuera diagnosticada una enfermedad con mal pronóstico en 1917.

El Dr Edward Bach pensaba que la medicina convencional envenenaba con medicamentos ó mutilaba con cirugías, y él estaba convencido que la enfermedad es producto de un conflicto entre el alma y la personalidad, que el estado mental y emocional del paciente es lo que produce la enfermedad, por lo que había que tratar al paciente y no a la enfermedad. Su filosofía éra “Curese usted mismo”.

Después de leer el Organon del Dr Hanhemann , comenzó a experimentar y entonces creó los 7 nosodes (unos remedios homeopáticos). El Dr Bach siguiendo su “dictado interior” sintió la necesidad de dirigirse al campo para compenetrarse con la naturaleza , donde eligió las flores para su sistema por intuición y por medio del tacto; en ocasiones se colocaba los pétalos en la lengua para percibir los efectos que según él, tenían las flores sobre su estado emocional. Fué basándose en sus propios estados de ánimo y en su mejoría al tomarlos como seleccionó los remedios. Años después concluye que consta de 37 flores y un agua de roca.

Los 7 grupos emocionales

El Dr Bach dividió su sistema en 7 grupos emocionales y el remedio rescate
Remedios para los que sufren temor
Remedios para los que sufren incertidumbre
Remedios para los que no tienen interés en el presente
Remedios para los que sienten soledad
Remedios para personas hipersensibles
Remedios para las personas desesperadas y abatidas
Remedios para los que sufren por los demás
Remedio Rescate

Energía y Flores de Bach

El principio curativo de las flores de bach es el de medicina vibracional ó energética, donde la “energía” de la flor se obtiene al extraer la esencia de los pétalos de las flores para elaborar los concentrados, ésta energía es lo que entonces se supone cura la emoción negativa ó el malestar emocional. Las esencias florales No son un sistema científico. El Principio de que todo es “energía” es una creencia proveniente de religiones orientales principalmente y es a su vez uno de los principios de la New Age.

Entonces las flores de bach No son un remedio científico, sino un remedio metafísico y espiritual. La intención del Dr Bach éra crear un sistema donde el ser humano fuera capaz de curarse a sí mismo.

..”no solo deben emplearse medios físicos, ni sólo escoger los mejores métodos conocidos en el arte de curar, sino que nosotros debemos intentar por todos los medios eliminar cualquier defecto de nuestra naturaleza porque una curación completa al final proviene de nuestro interior…” Dr Edward Bach

Ciencia y Flores de Bach

La eficacia de las flores de bach no está comprobada científicamente. Existen dos ensayos clínicos efectuados en dos Universidades uno en Alemania y otro en Inglaterra, que colocan a las flores de bach como efecto placebo. Otros investigadores las han clasificado en el repertorio de las terapias metafísicas. El Dr Bach se dedicó a la salud emocional y espiritual de sus pacientes, sanaba también” imponiendo las manos, creó su sistema de remedios florales para curar las emociones solamente , no la enfermedad física transformando entonces la medicina en un arte de curar místico metafísico y espiritual.

Fé y Flores de Bach 

Conociendo el principio curativo de las flores de Bach, veamos algunos ejemplos sobre el peligro de ésta terapia respecto a la Fé:
Unas gotas de Aspen, Mimulus, Red Chesnut ó Rock Rose (flores para los miedos) no pueden proporcionar la Fé…con sólo tomarlas, …el miedo es falta de Fé, una persona entonces pondrá sus esperanzas en que la flor le calme los nervios y el miedo y se olvida de Dios,, la Fé es un Don de Dios y un creyente no debe pensar ni mucho menos creer que la Fé venga embotellada en un frasco color ámbar. Otro ejemplo para ilustrar la incompatibilidad de las flores de Bach con nuestra Fé Católica es el uso de gotitas de holly ó willow para el rencor, los celos, el resentimiento y el sentirse víctima y maltratado por la vida, se pretende que entonces unas gotitas de éstos remedios produzcan el amor y el perdón, llevando al creyente a vivir una falsa esperanza y alejándolo cada vez más del Evangelio para poner toda su Fé en las gotitas….con ésta solución instantánea el creyente corre el peligro de poner su confianza en ue el remedio le puede arreglar la vida y sus problemas de pareja ó familiares por arte de magia, en vez de conocer la verdad del Evangelio y vivirlo, Amar a Dios sobre todas las cosas y perdonando hasta 70 veces 7 como nos enseña Jesucristo, y así todas y cada una de las flores le darían al hombre todo lo que necesita para deshacerse de los defectos de su naturaleza y poderse curar por si mismo.

Nuestro Señor Jesucristo nos dice en el Evangelio: “ninguna cosa que de fuera entra en la persona puede hacerla impura; lo que hace impura a una persona es lo que sale de ella..”(Marcos 7,15 ), las flores No son malas, lo que es contrario a la Fé es el principio de que todo es energía y que la energía de la flor es lo que cura, pues ésta energía no existe, es una creencia que no pertenece a nuestra religión católica y según ésta creencia se supone que la flor es una especie de antena que capta la energía cósmica o universal , lo cual no es verdad porque no está comprobado científicamente.

El catecismo de la Iglesia Católica, dice: 

#2117 Todas las prácticas de, magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud-, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas.

Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legítima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo.

**Dice el Cardenal Paul Poupard en: “La Iglesia ante las nuevas formas de Religiosidad y el Neopaganismo”

…”Después de haber evangelizado al hombre moderno increyente, secularizado, la Iglesia se encuentra frente a nuevos paganos que no son incrédulos, sino que son hombres y mujeres que han sido creyentes, pero cuya fe poco a poco se ha adormecido. Están dispuestos a creer en algo que no es más el Dios de Jesucristo, sino algo que los aferra con algo…”

…”Muy rara vez los hombres van hacia el mal por el mal mismo. Si hacen el mal, es porque equivocadamente les parece un bien; si adhieren a errores, es porque los creen verdades; si los creen verdades, es porque tienen apariencia de verdad…”

Otros Sistemas Florales

A partir de los años 70’s se han creado otros sistemas florales como : flores de California, del mediterráneo, australianas (Bush), orquídeas, de raff, aureas, de Saint Germain, shamánicas, aztecas, arco iris, de África y Canarias, etc…Las cuales junto con las flores de Bach tienen el mismo principio de la medicina vibracional y “energética” y constituyen parte del repertorio de terapias de la Nueva Era ó New Age.

* Los 12 Curadores y otros remedios. Dr Edward Bach

viernes, 27 de junio de 2014

Meditación de hoy...





Hermosa mañana en la que vengo a encontrarme contigo Padre, hermoso este encuentro cálido y profundo en que puedo arrodillarme y contemplarte; -Cuanto me amas mi Creador, Cuanto me alimentas con tu palabra, consuelas con tu presencia y alientas con tus promesas!
Quiero Padre ser para ti como una gota de agua entre tus suaves manos que se desliza y permanece en ellas ¡protégeme! Y no me  dejes  nunca caer. Padre ven y  entra en mi habitación ven siéntate a mi lado aquí cerquita escucha cuanto te amo, deseo que me escondas entre tus brazos, cúbreme con tus gracias y permite que tu dulce voz escuche al eco del palpitar de tu corazón pronunciar…Aquí estoy !
Dame la gracia de levantarme cada día inmersa en los rayos que salen de tú corazón y que el camino de mis días con ellos  se iluminen, es mi mayor ilusión.
Señor en Ti esta el poder de transformar cada desierto en oasis de aliento para continuar, parece fácil seguirte pero realmente la cuesta es ardua, aunque no existe un lugar más seguro que estar a tu lado para encontrar la plenitud, aún así me cuesta mucho pisar sobre tus huellas, da me  Padre sabiduría para comprender la aventura de tener toda mi fe puesta en ti, ayúdame a confiar todo lo que deseo a tu voluntad.
Hoy en especial Señor te pido entra en mis pensamientos y purifícalos, toma mi voz y has de ella un instrumento, posee mis brazos y sostén al que sufre, toma mis manos y sirve, mis ojos para encontrar y  mi alegría para irradiar.
Aquí en este breve espacio como cielo  llena mi alma, fortifica mi fe, transforma mi dolor y sana cualquier herida que sangre aún, amordaza mis labios cuando palabras de  ira  salgan y dañen a esas criaturas que tú has amado desde el mismo instante en que tu vida por la suya cediste.
Señor no importa el tiempo que me invites  a servirte pero cuando lo hagas inflama mi voluntad y permite que a quien yo pueda apoyar lo haga con todo el amor que tú hoy has dejado en mí.
Madre Santísima perfecciona en mi el Don  de ser esposa, madre, hermana y amiga, dulcifica mi tono, fortalece mis inquietudes, reafirma mi voluntad de servicio y que brille en tu honor   cada paso que en tu nombre realice.
Que mis rodillas se doblen Señor al contemplar tus heridas y mi alma se postre ante TI.
Amén.


Rocío  Río

¿Es indispensable la oración?




http://mujeresenmision.blogspot.mx/

@María Visión (M+V)

miércoles, 25 de junio de 2014

Padre Pedro Castañera LC



 P. Pedro Castañera LC

Nació en Barcelona, España. Realizó sus estudios profesionales en la escuela Tecnológica Superior de Ingeniería Industrial de Barcelona.
En el año 1984 consagró su vida a Dios como seglar dentro del Movimiento Regnum Christi dedicándose a la formación de jóvenes, adolescentes y a la orientación familiar.
Ha dictado conferencias en Congresos nacionales e internacionales, para la juventud y la familia, así como seminarios y cursillos en diversas ciudades.
Fue director del instituto Cumbres Bugambilias y del Instituto Cumbres San Javier, en Guadalajara.

En el año 2004 entró a la congregación de los Legionarios de Cristo y tras realizar sus estudios de filosofía y teología, se ordenó sacerdote el 12 de diciembre de 2009 en la ciudad de Roma.

Jaculatorias



Jaculatorias


Con frecuencia, para tener a Jesús presente durante el día es conveniente ayudarnos de las jaculatorias, con mucho cariño como si le lanzáramos a Jesús una flor.
Siempre son cosas sencillas y breves, pero de una eficacia grande.

A todos no ocurre que cuando queremos acordarnos de algo durante el día ponemos los medios para que aquello no se nos olvide.

Si ponemos el mismo interés en acordarnos del Señor, nuestro día se llenará de pequeños recordatorios, de pequeñas ideas que nos llevarán a tenerle presente.

Todo hecho con espíritu deportivo y alegre, sin agobios, pero con amor: «Las jaculatorias no entorpecen la labor, como el latir del corazón no estorba el movimiento del cuerpo»

Esto, también, es hacer Oración.

·      Algunas jaculatorias:

·      Señor aumenta mi fe.

·      Vacíame de mi y lléname de Ti.

·      Ten piedad de mí, Señor, que soy un pecador Cfr. Lc 18, 13;

·      Cristo Rey Nuestro, venga tu Reino.

·      Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

·      Señor, tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo 15Jn 21, 17., a pesar de mis fallos.

·      Creo, Señor, pero ayuda mi incredulidad Mc 9, 23, fortalece mi fe.

·      ¡Señor mío y Dios mío! 17 Jn 20, 28, le dice Tomás.
   
·      ¡Para siempre, siempre, siempre!

·      Quédate con nosotros, Señor, porque cuando Tú no estás presente se nos hace de noche.
   
   Existen muchas jaculatorias y oraciones breves que podemos decir desde el fondo de nuestra alma, y que responden a necesidades o situaciones concretas por las que estamos pasando.