PENTECOSTÉS: Etimológicamente, la palabra proviene
del latín Pentecoste, y
esta a su vez del griego πεντηκοστή, (pentecosté), que puede traducirse como “quincuagésimo”. El concepto se utiliza para
nombrar la fiesta celebrada por la Iglesia católica el quincuagésimo día que sigue a la Pascua de
Resurrección. Cincuenta días
después de la pascua de resurrección,
con Pentecostés se termina la pascua.
Los
judíos celebraban una
fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días después de la pascua. De ahí viene
el nombre de Pentecostés.
Luego, el sentido de la celebración cambió por
el dar gracias por la Ley entregada a Moisés.
En
esta fiesta recordaban el día en
que Moisés subió al Monte
Sinaí y
recibió las
tablas de la Ley y le enseñó al pueblo de Israel
lo que Dios quería de
ellos. Celebraban así, la
alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con
Dios: ellos se comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se
comprometió a estar con ellos siempre.
La gente
venía de muchos lugares
al Templo de Jerusalén, a
celebrar la fiesta de Pentecostés.
En el
marco de esta fiesta judía es
donde surge nuestra fiesta cristiana de Pentecostés.
Las
primeras alusiones se encuentran en los escritos de San Irinéo,
Tertuliano y Orígenes.
En el
siglo IV se festejaba ya en la Iglesia.
Es
cuando los apóstoles acaban de entender lo para
qué fueron preparados por los tres años
por Jesús y dando el valor a los dones
que se reciben.
El
descenso del Espíritu Santo, inicio de la Iglesia
naciente, es la fiesta más importante después de
la Pascua y la de Navidad.
La
Promesa del Espíritu Santo
Durante
la Última Cena, Jesús les promete a sus apóstoles: “Mi Padre os dará otro
Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (San
Juan 14, 16-17).
Más adelante les dice: “Les he dicho estas cosas mientras
estoy con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi
nombre, ése les enseñará todo y traerá a la
memoria todo lo que yo les he dicho.” (San Juan 14,
25-26).
Al
terminar la cena, les vuelve a hacer la misma promesa: “Les conviene que yo me vaya, pues
al irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo
todavía que decirles,
pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta
la verdad completa,... y os comunicará las cosas que están por venir” (San
Juan 16, 7-14).
Oración:
Dios
mío te doy gracias por tanto amor.
Tú Padre,
conoces mis debilidades y sabías que sola no iba
a poder, es tan grande ti amor que has mandado al paráclito
para que me consolara y me guiara todos los días
hasta que llegue a Ti, mi único Dios.
Ayúdame
Padre a valorar el don, la compañía del Espíritu
Santo, que es quien me impulsa a pensar, hablar y actuar conforme a tu
voluntad. Es Él quien me guía por
el camino del amor y de la verdad.
Espíritu
Santo te pido enciende mi corazón para que ame e
ilumine a todos los que se cruzan en mi camino. Que sea luz para guiar a todo
el que no ve por donde caminar, Tú que eres fuente de
agua viva, haz que sea agua que quite la sed de mi hermano.
Hechos
de los apóstoles 2, 1-13
Cuando
llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el
mismo lugar.
De
repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda
la casa donde estaban, y aparecieron unas lenguas como de fuego que se
repartieron y fueron posándose
sobre cada uno de ellos.
Todos
quedaron llenos del Espíritu
Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran.
Estaban
de paso en Jerusalén judíos piadosos, llegados de todas
las naciones que hay bajo el cielo.
Y
entre el gentío que
acudió al oír aquel ruido, cada uno los oía hablar en su propia lengua.
Todos quedaron muy desconcertados y se decían,
llenos de estupor y admiración: «Pero éstos ¿no son todos galileos? ¡Y miren cómo
hablan!
Cada
uno de nosotros les oímos
en nuestra propia lengua nativa.
Entre
nosotros hay partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea,
Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia, Panfilia, Egipto y de la parte de Libia
que limita con Cirene. Hay forasteros que vienen de Roma, unos judíos y otros extranjeros, que
aceptaron sus creencias, cretenses y árabes. Y todos les oímos hablar en nuestras propias
lenguas las maravillas de Dios.»
Todos
estaban asombrados y perplejos, y se preguntaban unos a otros qué querría significar todo aquello.»
Palabra de Dios.
Oración:
Te
pido me embriaguez de amor por la Santísima
Trinidad que pierda mi voluntad para hacer simplemente lo que es agradable a
tus ojos.
Dame
la gracia de dibujar una sonrisa en el rostro de Jesús, de
mi Jesús amado que ha dado la vida por
mi. Espíritu Santo, apodérate
de mi para que actúe siempre dando gloria a Dios,
vacíame de mi y llena mi ser de tu
Santo Espíritu.
El
Espíritu Santo es Dios,
es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia nos
enseña que el Espíritu Santo es el amor que existe entre
el Padre y el Hijo. Este amor es tan grande y tan perfecto que forma una
tercera persona. El Espíritu
Santo llena nuestras almas en el Bautismo y después, de manera perfecta, en la
Confirmación.
Con el amor divino de Dios dentro de nosotros, somos capaces de amar a Dios y
al prójimo. El Espíritu Santo nos ayuda a cumplir
nuestro compromiso de vida con Jesús.
Oración:
María, enséñame
el camino para seguir a Jesús por
la senda de la fe. Que esta oración me ayude a crecer en la
docilidad, el silencio y la escucha que caracterizaron tu vida, para que pueda
cumplir siempre la voluntad de Dios en la mía.
Petición:
Señor, dame tu gracia
para que consagre toda mi vida a extender tu Reino, siguiendo el ejemplo de María y José que
supieron cumplir plenamente con su misión.
Lectura
del santo Evangelio según san
Lucas 2, 22-40
Transcurrido
el tiempo de la purificación de María, según la
ley de Moisés,
ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y
también para ofrecer,
como dice la ley, un par de tórtolas o
dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón
justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor.
Movido por el Espíritu,
fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito
por la ley, Simeón lo
tomó en
brazos y bendijo a Dios, diciendo:
«Señor, ya puedes dejar
morir en paz a tu siervo, según lo
que me habías
prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para
bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu
pueblo, Israel».
El
padre y la madre del niño estaban admirados
de semejantes palabras. Simeón los
bendijo, y a María, la
madre de Jesús, le
anunció:
«Este niño ha
sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que
provocará contradicción, para que queden al descubierto
los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma».
Había también una profetisa, Ana, hija de
Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años
casada y tenía ya
ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del
templo ni de día ni
de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.
Ana se acercó en aquel momento,
dando gracias a Dios y hablando del niño a
todos los que aguardaban la liberación de Israel.
Y
cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor,
se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba
creciendo y fortaleciéndose,
se llenaba de sabiduría y
la gracia de Dios estaba con él.
Palabra
del Señor.
Meditación (profundización propuesta, si bien se sugiere
sea algo personal)
La alegría que viene del Espíritu Santo.
«Todo
es alegría. Pero nosotros
cristianos no estamos muy acostumbrados a hablar de alegría, de gozo. Creo que muchas veces
nos gustan más los
lamentos. ¿Qué es la alegría? La clave para comprender esta
alegría es lo que dice el
Evangelio: “Isabel
fue colmada de Espíritu Santo”. Es el Espíritu Santo quien nos da la alegría. Pensemos en ese momento en el
que la Virgen y san José llevaron a Jesús al templo para cumplir la Ley.
Estaban también allí dos ancianos; pero
el Evangelio no dice que estos fueron allí para cumplir la
Ley, sino más
bien impulsados por la fuerza del Espíritu Santo. El Espíritu les condujo al templo. De
modo que, ante Jesús,
hacen una oración de
alabanza: éste
es el Mesías, ¡bendito
sea al Señor! Y hacen también una liturgia espontánea de alegría. Es la fidelidad madurada
durante tantos años de espera del Espíritu Santo lo que hace que este
Espíritu venga y les dé la alegría» (S.S. Francisco, 31 de mayo de
2013, homilía en
misa matutina en capilla de Santa Marta).
Diálogo con Cristo:
Dedica
unos minutos a tener un diálogo
espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, a
partir de lo que haya llegado al propio interior, de lo que te haya dicho Dios.
1831
CCI los dones del ES
Están
basados en Isaias 11, 1-2.
Los
dones llevan a la perfección las virtudes
humanas.
1.-
Sabiduria,
2.-Inteligencia
3.-
Temor de Dios
4.-
Piedad
5.-
Don de consejo
6.-
Fortaleza
7.-
Ciencia.
En
esta fiesta se utiliza el color rojo = el fuego del Espíritu Santo.
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