domingo, 12 de junio de 2016

LA FAMILIA Y LOS MÁS DÉBILES DE LA SOCIEDAD

La familia es la primera comunidad humana, anterior a la sociedad civil, desarrollada formalmente, junto con la religión, en todas las sociedades de la Tierra.

El matrimonio es el fundamento de la comunidad familiar.

La familiaris consortia en su número 11 que Dios llama ala hombre a la existencia por amor y es convocada al mismo tiempo al amor. el matrimonio es el alma y fundamento de la comunidad familiar. 

La Doctrina social se refiere al matrimonio como una comunidad conyugal ordenada al bien de los esposos, a la procreación y a la educación de los hijos.

  • El matrimonio es la comunidad de amor indisoluble, cuyo autor es Dios.
  • El matrimonio es una comunidad de amor ordenada a la vida.
  • El matrimonio es una comunidad de amor ordenada a la educación de los hijos.

La familia es la célula básica de la sociedad.

Es el principio, la base, el fundamento de la organización social; por eso tiene primicia sobre otras organizaciones sociales.

  • A través de la familia se integra la persona en la sociedad. Para el cristiano también la familia es lugar por la que el hombre se integra en la familia de Dios.
  • La familia es la primera escuela de las virtudes sociales que la sociedad necesita. Para el cristiano la familia es la “iglesia doméstica”.

La familia y sociedad.

La familia es la sociedad más cercana al individuo. Es independiente y anterior a la protesta civil. Es una comunidad y la primera escuela del trabajo. Por tanto, la familia se impone a la autoridad política. Así pues la patria potestad no puede ser extinguida ni absorbida por el poder público. Familia y sociedad civil son complementarios en la defensa y promoción del bien de los individuos y del bien común.

La familia tiene derecho a ser protegida por el Estado y los cuerpos sociales. Las instituciones del Estado y sus leyes no deben ofender a la familia y deben buscar la remuneración del trabajo justa, que sea suficiente para mantener a la familia. La familia tiene sus propios derechos. En la Carta de los derechos de la familia (1983), aprobada por la Santa Sede se formulan los derechos fundamentales y universales de la familia y se reclama de la sociedad que los defienda.

La familia es el santuario de la vida. La Doctrina social de la Iglesia denuncia la mentalidad contra la vida: limitaciones del derecho a elegir el número de hijos, el condicionamiento de las ayudas internacionales  a política de contracepción, la manipulación de las leyes naturales de la procreación, etc.

La mujer

El mensaje del Concilio a las mujeres el 8 de diciembre de 1965 se pone de relieve que ha llegado la hora que la mujer alcance una influencia social jamás procurada hasta ahora. Esta nueva realidad no significa que la mujer renuncie a su feminidad. En contexto del relato de la Creación el CIC dice que “cada uno de los sexos es,  con una dignidad igual, aunque de manera distinta, imagen del poder y de la ternura de Dios”. LA unión de ambos es una manera de imitar la generosidad y la fecundidad del Creador. De esa unión proceden todas las generaciones de la humanidad.

Que se dé verdaderamente su debido relieve al genio de la mujer teniendo en cuenta no solo a las mujeres importantes y famosas del pasado o las contemporáneas, sino también a las sencillas, que expresan su talento femenino en el servicio de los demás  en lo ordinario de cada día. (Carta a las mujeres JPII)

Los jóvenes

La sexualidad y el amor se presentan como los temas de mayor distanciamiento entre los jóvenes y la Iglesia. Juan Pablo II ha denunciado las “presiones” sobre los jóvenes para que rechacen el mensaje cristiano en estos asuntos. A los jóvenes del ha pedido respeto para el cuerpo y la donación de éste en el marco de una entrega definitiva en la pareja.

E torno al problema por la relación existente entre fe católica y cultura secular, Juan Pablo II indica a los jóvenes que la tarea intelectual consiste en la búsqueda de la verdad y debe conducir a dar plenitud a lo mejor de las personas. Por tanto, el intelectual debe procurar sobretodo el bien común. entre ambas donde establecerse un constante, necesario y fructífero diálogo.

Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no ayudan a respetarse a si mismos.


Los ancianos

La Iglesia, valora la vejez como un tiempo de sabiduría y experiencia, de paz y de agradecimiento, de amistad y solidaridad, de aceptación, confianza y preparación para la muerte.

Corresponde a las familias, en primer lugar, la atención, el cuidado u la responsabilidad respecto de los mayores. Pero cuando no puedan prestar esas ayudas, corresponde entonces a otras personas, a otras familias, y subsidáriamente a la sociedad, proveer las necesidades.

Los embriones

Los embriones también merecen misericordia, son los primeros peregrinos indefensos cuya dignidad personal inalienable reclama que sean llamados a la existencia como consecuencia directa del cálido abrazo conyugal. 
Es implacable aquí  la obra de misericordia dar posada al peregrino. Esta posada no es otra que el vientre de la madre.

La fecundación in vitro (FIV), es siempre ilícita, como también todas las llamadas, “técnicas de reproducción asistida” en las que se separa el acto punitivo del acto procreativo.

La experimentación a la que se somete al embrión es contraria a la dignidad como ser humano y a la ley moral; naturalmente, la intervención sobre el embrión y la modificación de su información genética tampoco busca su curación, solo se manipula  y posteriormente se mata. Posteriormente se desechan como restos biológicos sin dar santa sepultura. ( Carta pastoral, Reig Pla).

Los niños

“En verdad os digo que si no os convertís y os haches como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos”.

El evangelio nos recuerda también que los hijos no son una propiedad de la familia, sino que tienen por delante su propio camino de vida. 

Son muchos los niños que nacen fuera del matrimonio, especialmente en algunos países, y muchos los que después crecen con uno solo de los padres o en un contexto familiar ampliado o reconstruido. Por otro lado, la explotación sexual de la infancia constituye una de las realidades más escandalosas y perversas de la realidad actual. Asimismo, en las sociedades golpeadas por la violencia a causa de la guerra, del terrorismo o de la presencia de crimen organizado, se dan situaciones familiares deterioradas y, sobre todo en las grandes metrópolis y en sus periferias, crece el llamado fenómeno de los niños de la calle. El abuso sexual de los niños se torna todavía más escandaloso cuando ocurre en los lugares donde deben ser protegidos, particularmente en las familias y en las escuelas y en las comunidades e instituciones cristianas.  (Amoris Laetitia).


CONCLUSIÓN

Wojtyla formula una absoluta prohibición de utilizar a las personas como medios en la norma personalista. 

Cada vez que en tu conducta una persona es el objeto de tu acción, no olvides que no has de tratarla solamente como un medio, como un instrumento, sino que ten en cuenta del hecho de que ella misma tiene, o por lo menos debería tener, su propio fin.

La naturaleza misma, descubrimos en la interioridad el doble carácter de sujeto que juntamente piensa y puede determinarse por sí mismo. Toda persona es por consiguiente por su misma naturaleza, capaz de definir sus propios fines. Al tratarla únicamente como un medio se comete un atentado contra su misma esencia, contra lo que constituye su derecho natural.

“Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 15, 12).

Porque amar es lo contrario de usar. Con un sentido negativo, la norma personalista manifiesta que nunca debemos tratar a una persona como a un objeto, como un medio para alcanzar un fin. (Walter Schu)

La persona casada es ontológicamente, en su ser, consagrada a Cristo, amoldada a Él. El lazo conyugal es realizado por Dios, por medio del consentimiento de los dos (esposos). De hecho, es solo por un acto divino que el misterio de la unión de Cristo y de la Iglesia puede ser inscrito en el lazo. 

La realidad ontológica no puede ser disuelta.

Como personas creadas para la comunión con otras personas, solamente podemos llegar a realizarnos plenamente y a descubrir nuestra propia identidad al entregarnos a los demás en el amor. Es esta ley del don inscrita en nuestro corazón.

Es pues responsabilidad de todos valorarnos y valorar a los demás como personas creadas a imagen y semejanza de Dios. 

Amando y sirviendo a los demás encontraremos la plenitud y la razón de ser.

Sandra Lillingston


No hay comentarios.:

Publicar un comentario